En matemática, concretamente en el ámbito de la geometría, la superficie de Boy es una inmersión del plano proyectivo real en un espacio tridimensional, descubierta por Werner Boy en 1901, a raíz del encargo de David Hilbert para demostrar que el plano proyectivo no podía embeberse en el espacio tridimensional.
Esta superficie se analiza (e ilustra) en la obra de Jean-Pierre Petit titulada Topo the world.[1] Bernard Morin la parametrizó explícitamente por primera vez en 1978,[2] y Rob Kusner y Robert Bryant descubrieron una segunda parametrización en 1987.[3] La superficie de Boy es una de las dos inmersiones posibles del plano proyectivo real que tiene un solo punto triple.[4]
A diferencia de la superficie romana y de la gorra cruzada, no tiene otras singularidades que las auto-intersecciones (es decir, no tiene puntos de pellizco).